Page 49 - Marzo 2020
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Al respecto  sólo tenía dos  –¿Los caracoles hablan, mamá? –en labios de
             certezas: que lo haría y que  Ximena, la palabra ‘mamá’ sonaba hueca al

             sería un viaje que empren-         carecer de destinatario...
             dería sola...
                                                –¡Jajaja! ¡Qué cosas se te ocurren, Ximena! A
             Era una playa como pocas:  veces me pregunto por qué me tocó... –la
             el río y el mar se fusionaban. frase se quebró porque las palabras decidieron
             La chica cogió el vestigio de  morir en la garganta de quien no merecía pro-
             un caracol marino que des-         nunciarlas.
             cansaba debajo de una
             palmera. Lo llevó a su oído y La niña rascaba la arena con una vara mien-

             escuchó una voz femenina.  tras el recuerdo de la voz que había escucha-
             Se asustó y arrojó la concha       do se arraigaba para siempre en su espíritu.
             sobre la arena. Se alejó del  De repente, el pedazo de madera cobró vida y
             lugar hasta que dio con la  dirigió su mano a hacer ciertos trazos: en la
             palapa bajo la cual su  arena surgió una serpiente devorando a un
             madre se aplicaba el blo-          hombre. La mirada de Ximena se perdió en el
             queador sin recordar siquiera  dibujo tratando de comprender qué signi ca-
             que había ido de viaje con  ba...
             su marido y sus hijos:
                                                Después de unos minutos, llegó una ventisca
             –¿Dónde andabas? –pre-             que convirtió el trazo del reptil en el esbozo

             guntó con tedio y hasta con        de una escalera.  Tras contemplar el nuevo
             cierta animadversión hacia  símbolo, Ximena sintió un mareo y se postró a
             el hecho de que justo en el  los pies de Idalia: el sueño la venció, pero su
             momento en que disfruta-           mamá no dio mayor importancia a la repenti-
             ba de su soledad, su hija le  na siesta de su hija.
             recordara la parte rutinaria
             y cansada de su vida: ¿en
             qué momento había pro-                Continuará en el
             creado ese ser que en nada            siguiente tomo...

             se le parecía? ¿De dónde el
             cabello violáceo  y los  ojos
             almendrados? Era hija suya,
             le constaba; no podía                 ¡Entérate de más
             ponerlo en duda como                  en el tomo de
             acaso Arturo sí...                    FEBRERO!










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